[Título robado del nick de
Lawrence]
Aun si bien la resaca ya ha pasado, lo cierto es que la morriña aún me dura. No sé si será porque Estocolmo me sorprendió gratamente por ser una ciudad tranquila y relativamente pequeña para tratarse de una capital, ó si fue porque, simplemente, me gusta el sentimiento de independencia que me dan estas "escapadas".
El XXXV Congreso Internacional de Pueri Cantores, que fue la razón de la escapada escolana a Estocolmo, comenzó el 8 de Julio y finalizó el 12 del mismo mes y, sinceramente, tuvo unos cuantos fallos garrafales.
1º. El principal, el más importante y el causante del resto: el congreso de marras se organizó en un mes. Así que ya os podéis imaginar la berenjena mental que se armaron para encontrar alojamiento y comida para 4000 personas.
2º. La comida no se puede decir si era buena o no porque cada cual tiene sus gustos, pero lo que nadie me puede discutir era que las cantidades eran irrisorias y más aún si tenemos en cuenta que un gran porcentaje de los participantes eran niñ@s de entre 6-12 años. Para que os hagáis una idea, el día que cenamos arroz con carne había tuppers en los había un dedo de arroz y da gracias. Eso sin contar que el cacho de pan que nos daban era un mísero cuadrado de 4 cm de lado.
3º. Los ensayos y celebraciones comunes fueron un verdadero desastre. La directora no tenía ni idea de dirigir a una gran masa y ello se reflejaba en que, a partir de la 5ª fila la gente dejaba de hacer caso porque no se enteraba, con lo que ya os podréis imaginar como estábamos los de atrás del todo. Lo mejor fue el día de la ceremonia inaugural en el parque de Skansen: se puso a llover a cántaros y nos pidieron que NO nos moviésemos, pero que, por favor, no dejáramos que los libros de mojasen. Quedamos a cuadros.
4º El simple hecho de que el libro del congreso tuviera 46 jodidas canciones de las cuales al final se cantaron 1/3. No sé si esta gente sabrá que un coro tiene más cosas que preparar además de su congreso...
5º La falta de convivencia entre coros, el concierto churrería, que te dirija gente que no se preparó, ni se trajo las partituras; etc
No obstante, no todo son quejas y ensayos, también hubo tiempo para las anécdotas y para conocer algo la ciudad. Pateamos Gamla Stand de arriba a abajo, fuimos al parque de Skansen y al museo del
Vasa , un espectacular barco del siglo XVII que mantiene el 95% de su estructura original. Visitamos también un par de iglesias, de las cuales me quedo con las de rito protestante por su elegancia y buen gusto: el púlpito estaba siempre muy bien decorado y las estatuas que conservaban de su pasado como iglesias católicas, eran bastante curiosas.
Hablando de iglesias. No recuerdo en cual fue, me encontré con esto:

Una serie de pañuelicos atados que, a primera vista, no tienen nada de especial si no fuera porque son los colores exactos, y en el orden exacto, de la bandera del orgullo. ¡Era una paradoja espacio-temporal sin queso, por favor, muy tremenda! Y como tenía que compartirla con vosotros, pues me acerqué a tomar esta maravillosa fotografía y descubrir que el asunto tenía su explicación, la cual, a su vez, aumentaba aún más la paradoja.

Vamos, que ya no saben que inventar [Clickead sobre la imagen para verla mejor]
Otra anécdota que recuerdo fue la noche que salimos a tomar algo. Empezamos tomando unas cañas en una terraza, y cuando nos echaron porque cerraban, nos pusimos a dar vueltas en busca de otro sitio para terminar en la misma plaza de antes. Plaza en la que, por cierto, había un bar, haciendo esquina, con una bandera del orgullo bastante visible. Nada de una mísera pegatina como ocurría en otros sitios, así que no se puede decir que estuviese mal señalizado. Imaginaos pues, la cara que se me puso cuando veo que la gente se dirige de cabeza hacia ese bar. Habría sido divertido que hubieran llegado a sentarse, pero a mí, en ese momento, se me pusieron de corbata. Si el incidente hubiese sido con gente que sé que no se alarma con estas cosas, no me habría puesto taquicárdica perdida; pero no era el caso...
Chascarrillos y demás sucesos a parte, lo cierto es que lo pasamos teta y, creo, que toda la escolanía está deseosa de que llegué el próximo congreso. Lo que más lamento de todo es que los suecos no son lo que pintan, pero, eso sí, los zuecos son monísimos.